Truffaut dijo de Fuller que no era
primario sino primitivo. No se me ocurre mejor definición para un cineasta que
entraba a saco en todos los géneros y en todos los temas más “intocables”, y
solía producir, casi por milagro, objetos artísticos de una extraña belleza.
Ideológicamente, Fuller tenía la sutileza
de un elefante en un bazar. Anarco-liberal, tal vez: yanqui hasta la médula,
entonces; pero su propia desmesura lo llevaba mucho más allá de lo que hoy se
considera políticamente correcto. Muchas de sus películas, de hecho, fascinan
culposamente a una mentalidad progresista, porque es difícil saber a qué
atenerse ante ellas. Mete el dedo en todas las llagas (si se me permite abusar
de otro cliché), sin la menor pretensión de sacarlo limpio. El rata, por ejemplo, es un policial
extraordinario, sin “buenos”, en el que los comunistas son malos de pacotilla,
casi caricaturas, pero no es seguro que Fuller buscara alguna forma de parodia,
como uno estaría tentado de pensar desde ciertos parámetros actuales; él quiso
mostrarlos así y basta.
¿Otros de sus “temas” arriesgados? Las
relaciones amorosas interraciales en El
kimono escarlata. La antiépica guerra de Corea en Cascos de acero. Un perro entrenado sólo para atacar negros en,
precisamente, El perro blanco. La
prostitución y la pederastia en The Naked
Kiss. La Guerra de Secesión desde el punto de vista de un sureño que
renuncia a los “Estados Unidos” y se va a vivir con los indios, en El vuelo de la flecha.
Una de sus últimas películas, Ladrones nocturnos, filmada en Francia,
parece un homenaje a esa nouvelle vague
que lo entronizó como uno de sus ídolos máximos. ¿Cómo no recordar aquí, en la
colección de lugares comunes que es toda necrológica, la definición del cine
que da personalmente en Pierrot le Fou,
de Godard? El cine, el “amigo americano”, era para Fuller “como un campo de
batalla: amor, odio, acción, violencia, muerte. En una palabra, emoción”.
Curiosamente, no mencionó lo que se considera esencial (y tantas veces se
sobreestima), la imagen. Y no creo que haya sido por el pudor de lo obvio: si
algo no tenía Fuller, era pudor.
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