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sábado, 5 de noviembre de 2011

La canción es la misma


(reseña de La canción de Carla, de Ken Loach)

Ken Loach nació en Londres en 1936. Estudió derecho en Oxford. Fue actor y ayudante de dirección. En 1963 empezó a trabajar en la BBC, donde dirigió series y documentales. Su primer largometraje, Pobre vaca (Poor Cow), de 1967, fue una de las tardías derivaciones del free cinema inglés, versión insular de la nouvelle vague francesa. En 1983 sufrió la censura gubernamental de una serie de documentales, A Question of Leadership. En general, los thatcherianos ochenta no le fueron muy propicios. En los noventa, en cambio, sus trabajos de ficción (Agenda secreta, Riff-Raff, Raining Stones, Tierra y libertad) tuvieron un gran éxito, paralelo al de su colega y contemporáneo Stephen Frears, con el que tiene varios puntos en contacto, menos el de haber tentado suerte en Hollywood (con los relativamente pobres resultados conocidos).
No deja de ser asombroso y esperanzador asistir al trabajo de un tipo que no ha transado con las corrientes principales de la estética y la ideología de este fin de siglo, lo que antes se llamaba el “sistema”, el establishment, la burguesía, el poder, etc. La canción de Carla es un bello ejemplo de esto, y un ejercicio sólido del más deliberado anacronismo: un relato ambientado en la Nicaragua de 1987, en la guerra “sucia” de la CIA y sus “contras” contra un pueblo revolucionario. Ni tan lejano para ser historia (como casi lo es el tema de Tierra y libertad, la Guerra Civil Española) ni tan cercano como para estar a la moda en algún ámbito posible.
Pese o gracias a esto mismo, Carla’s Song se sostiene en dos firmes columnas: sensibilidad sin sentimentalismo y una cuidadosa planificación  de cada detalle. La elaborada sencillez del relato no debe engañar, cada momento tiene su motivación y tendrá su repercusión en otro momento. (Al respecto, prefiero no ser redundante y remitir al lector al excelente debate entre los miembros de la redacción, reflejado en este mismo número.)
Anoto, sí, un elemento importante: el actor Robert Carlyle, George en La canción..., es también el protagonista de Riff-Raff. Si bien su extracción social parece más cercana a la clase media en decadencia de Raining Stones, su mera presencia enlaza fuertemente ambas películas (y, por esta última característica, las tres películas). En cierta forma, el obrero rebelde de Riff-Raff es el chofer rebelde de La canción...
Sin embargo, hay en Loach un cierto cambio estético. En Agenda secreta, Riff-Raff, Raining Stones, había una imagen distanciada, a veces hasta borrosa, mucho más cercana al documental, lo que les daba una paradójica fuerza incluso a ciertas escenas intimistas; pienso, por ejemplo, en el momento de Raining... en que la hija que trabaja le da un poco de plata al padre desocupado y él se pone a llorar cuando se queda a solas. (Beatriz Sarlo, en una nota de Página/12, hizo un interesante paralelismo entre Riff-Raff y El juego de las lágrimas, que se había estrenado para la misma época, claro que con más éxito. La primera salía favorecida, precisamente por ese “realismo” casi de non-fiction.)
Ya en Tierra y libertad la imagen cambia un poco. Una foto más clara, una cámara más “quieta”, situaciones que bordean lo melodramático (sobre un fondo de tesis que no renuncia a cierto esquematismo) socavan la estética anterior, más ortodoxamente brechtiana. Parece que Loach ha elegido profundizar en ciertas instancias comunicativas más directas; sus resultados, en términos emocionales, son evidentes. Se podría objetar (con ánimo contradictor) que esta última elección se acerca peligrosamente al chantaje afectivo, al que Hollywood nos tiene acostumbrados. La canción de Carla, me apresuro a responderme a mí mismo, no es eso. No hay final feliz, no hay consolaciones fáciles ni conciencias tranquilas. Hoy por hoy, es mucho.
Parece que Loach ha vuelto, para filmar, dicen, una comedia, a la Glasgow extraordinariamente descrita en la primera mitad de La canción... Habrá que esperar, entonces, qué nueva propuesta nos depara este cineasta que sabe ser fiel a sí mismo sin repetirse y arriesgándose. Lo cual, en tiempos cambiantes, es la única forma de ser fiel a uno mismo.

(Publicado en la revista La Vereda de Enfrente, 1997.)


jueves, 27 de octubre de 2011

Sandino y “la heroica sultana de los lagos”




“Somoza abrazó a Sandino en público, pero en privado el Jefe Director y muchos de sus subordinados estaban descontentos con los términos del convenio de paz” (Richard Milllet, Guardianes de la dinastía).

“Fundamos el ejército de insurgentes más grande de la historia de nuestro hemisferio. Inicialmente eran sólo un puñado de hombres, pero al final lo integraban más de 12.000 contras” (Duane Clarridge, exjefe de la CIA, en Clarín, 24 de marzo de 2006).

No participé mi matrimonio con anterioridad al público, porque quisimos que fuera un acto de absoluta intimidad. Dos días después de nuestro matrimonio, abandoné a mi esposa y me interné en las selvas de Las Segovias, desde donde he permanecido defendiendo el honor de mi patria” (ACS).



Augusto César Sandino volvió a Managua, por última vez, el 16 de febrero de 1934, cinco días antes de ser asesinado. Es difícil entender por qué dio ese paso fatal, raro en alguien que había hecho de la astucia y la desconfianza ante los poderes un dogma exitoso. Ese meterse en la boca del lobo, en el peor momento, ¿lo que no tuvo de ingenuidad lo tuvo de inmolación?
Por un lado, como una suerte de Martín Fierro (el de la Vuelta), Sandino venía a pedir “que lo dejaran trabajar”. Luego de la retirada norteamericana de Nicaragua y la victoria electoral de su correligionario Juan Bautista Sacasa, le habían dejado un territorio en Wiwilí, que enseguida se organizó en forma de cooperativas agrarias. Sin embargo, el hostigamiento de la Guardia Nacional era permanente. Anastasio Somoza, el “Jefe Director” de ese cuerpo, nombrado bajo la influencia norteamericana, sabía que, vivo y activo Sandino, siempre sería un referente de cualquier oposición y, por lo tanto, un obstáculo intransigente para su proyecto inmediato: adueñarse del poder absoluto.
Por otro lado, Sandino nunca había dejado del todo las armas y, aunque aseguraba que no quería retomar la guerra, amenazaba abiertamente con volver a rebelarse o, por lo menos, exiliarse y publicar un manifiesto en el exterior, para dar a conocer la situación real del país. Idealista pero muy inteligente (el “pero” debería sacarse), proponía poner su ejército popular a las órdenes del presidente constitucional, siempre que se socavara el poder de la Guardia Nacional, formada e instruida por los norteamericanos.
Sacasa pareció tentarse (sabía perfectamente quién era y qué quería Somoza) y cedió parcialmente a los pedidos de Sandino; pero esto mismo precipitó el final y, de hecho, fue una de las tantas actitudes dudosas que tuvo el débil presidente, cuyo poder nominal sobreviviría muy poco tiempo a su inacción y su desidia de aquellos días.
En la noche del 21 de febrero, el “general de hombres libres” fue asesinado por orden de Somoza, que se integró así a la serie de militares traidores que, como Pinochet a Allende, casi cuarenta años después, dan el abrazo de Judas y, junto con ello, una lección que debió ser definitiva.

***

Augusto Nicolás Calderón Sandino había nacido el 18 de mayo de 1895 en Niquinohomo, departamento de Masaya. Cuando tenía 17 años, supo de la sublevación y la muerte de Benjamín Zeledón, enfrentado al gobierno títere de Adolfo Díaz, apoyado por los norteamericanos, que habían invadido el país unos años antes.
Trabajó en Costa Rica, Honduras, Guatemala, y finalmente en México, en los campos petroleros de Tampico y Cerro Azul, ya más cerca de las “entrañas del monstruo” del Norte, donde aprendería el uso de explosivos, una de sus especialidades en la guerra de guerrillas ulterior. (Siempre será notable, en América central, la peculiar “porosidad” de las fronteras, tanto para los trabajadores migrantes como para diversos exilados y sublevados. La selvática frontera entre Nicaragua y Honduras será fundamental en la gesta de Sandino, como permanente refugio potencial; y también, desgraciadamente, en el hostigamiento a la Revolución Sandinista por parte de la “Contra” organizada por la CIA. Esa porosidad se ve bien representada en algunas novelas de Sergio Ramírez, por ejemplo ¿Te dio miedo la sangre?)
La primera ocupación norteamericana de Nicaragua llegaría hasta 1925, en lo que fue, en realidad, sólo un paréntesis pequeño; y engañoso, porque dejaron constituida la temible Guardia Nacional, intentando repetir una experiencia que había tenido resultados diversos en Haití y Santo Domingo. En la superficie, la idea era remplazar al Ejército y la Policía con un solo cuerpo militarizado “apolítico”; en profundidad, se trataba, por supuesto, de conservar el monopolio de la fuerza armada para la protección de los “intereses permanentes” (económicos y geopolíticos) de los Estados Unidos.
Cuando el sempiterno Emiliano Chamorro —apellido que se repite de manera nefasta en la historia de Nicaragua, aun en la reciente— dio su golpe contra Solórzano y se hizo proclamar presidente, los Estados Unidos tuvieron que negarse a reconocerlo, supuestamente en honor de tratados anteriores. Sin embargo, se tenían reservada una carta mejor: nombrar al siempre a mano Adolfo Díaz como “transición”. Esto precipita una nueva asonada, esta vez de parte de los liberales.
Los norteamericanos volvieron a desembarcar tropas en la sufrida “sultana de los lagos”, como la llamaría Sandino en una de sus proclamas. Hacía rato que la utopía del canal interoceánico había quedado atrás, en favor del de Panamá; ahora lo fundamental para ellos, en términos geopolíticos, era evitar que la revolución mexicana extendiera su mal ejemplo al resto del “patio trasero”. (De aquí los permanentes recelos respecto de la índole de las relaciones Sandino-México: ¿el presidente Calles le dio apoyo y armas? ¿Qué pasaría luego, con Portes Gil? Etcétera.)
Lo cierto es que, el 1 de junio de 1926, Sandino llegó a Nicaragua, para sumarse al levantamiento de sus hasta entonces correligionarios. El 26 de octubre se incorporó a la “guerra constitucionalista”, junto con algunos trabajadores mineros de San Albino. En El Jícaro sufrió su primera derrota pero también empezó a comprender que enfrentarse abiertamente a tropas más numerosas y mejor pertrechadas no era una buena idea; la guerra de guerrillas, sí. Hizo base en Las Segovias y empezó a tener los primeros éxitos; no serían los únicos.
La guerra, dirigida por el general liberal José María Moncada, iba por buen camino. Pero lo único que Moncada quería era llegar a una posición ventajosa para negociar con los norteamericanos, representados por Henry Stimson, secretario de Estado del presidente Coolidge. Finalmente, se hizo la negociación, el llamado “pacto del espino negro”. Según sus términos, básicamente, los liberales abandonarían la lucha y los norteamericanos garantizarían elecciones “libres” (en las que aquéllos tenían todo para ganar).
Moncada ordenó a sus generales que depusieran las armas. Sólo Sandino se negó. El 12 de mayo, anunció que continuaría luchando hasta que los norteamericanos se fueran del país. El 18 de mayo se casó con Blanca Aráuz, “la muchacha de San Rafael del Norte”. El 1 de julio emitió su primer Manifiesto Político.

***

Decía de sí mismo: “Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre.”
Luego: “La revolución liberal está en pie. Hay quienes no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus rifles para satisfacer la ambición de Moncada. (...) Moncada el traidor faltó naturalmente a sus deberes de militar y de patriota. No eran analfabetos quienes le seguían y tampoco era él un emperador, para que nos impusiera su desenfrenada ambición. Yo emplazo ante los contemporáneos y ante la historia de ese Moncada desertor que se pasó al enemigo extranjero con todo y cartuchera. (...) Los grandes dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida; pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón de patriota, y así juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá el decoro nacional y que será redención para los oprimidos. Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco y al reto del invasor cobarde y de los traidores de mi Patria, contesto con mi grito de combate, y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas donde se lleguen a estrellar legiones de los enemigos de Nicaragua. Podrá morir el último de mis soldados, que son los soldados de la libertad de Nicaragua, pero antes, más de un batallón de los vuestros, invasor rubio, habrán mordido el polvo de mis agrestes montañas. (...) Quiero convencer a los nicaragüenses fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que en una estribación de la cordillera andina hay un grupo de patriotas que sabrán luchar y morir como hombres.”
¿Cuál es en este momento su “proyecto político”? Lo tiene, aunque su formulación esté en ciernes: “La civilización exige que se abra el Canal de Nicaragua, pero que se haga con capital de todo el mundo y no sea exclusivamente de Norte América, pues por lo menos la mitad del valor de las construcciones deberá ser con capital de la América Latina y la otra mitad de los demás países del mundo que desean tener acciones en dicha empresa, y que los Estados Unidos de Norte América sólo pueden tener los tres millones que les dieron a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos; y Nicaragua, mi Patria, recibirá los impuestos que en derecho y justicia le corresponden, con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente de democracia efectiva, y asimismo seamos respetados y no nos miren con el sangriento desprecio que hoy sufrimos.”
Desde ese momento, Sandino se convirtió en una mancha en el sol para los planes, por otro lado relativamente exitosos, de los yanquis y de Moncada, que, por supuesto, ganó las elecciones de 1928 según lo previsto. Sandino será “el bandido”, como lo había sido Pancho Villa (salvo cuando se pretendía un resarcimiento económico de parte del Estado mexicano: entonces era, para los periódicos norteamericanos, “el general Francisco Villa”).
Este bandido, metido en una “guerra que no podía ganar”, tuvo en jaque a la Guardia Nacional durante años. Los norteamericanos llegaron a utilizar bombardeos aéreos, recurso bélico que apenas había despuntado en la primera guerra mundial y se buscó perfeccionar en esos rincones olvidados de la selva centroamericana. En el poblado de El Ocotal, tomado por los rebeldes, murieron más de 300 civiles, por ejemplo. Sandino se ufanaba de haber volteado más de un avión yanqui y de haber utilizado sus restos para fabricar armas y herramientas. (Treinta años después, la guerrilla vietnamita hacía algo similar con las bombas que caían y no explotaban: sacaban el explosivo y lo disponían en latas de gaseosas, con detonadores, como trampas cazabobos.)
En junio de 1928, el dirigente comunista salvadoreño Farabundo Martí se incorporó a la lucha de Sandino.
En 1929, amenazado por tropas cada vez numerosas (y más despiadadas), Sandino decidió ir a México, para solicitar el apoyo del entonces presidente Emilio Portes Gil (uno de los títeres puestos por el “jefe máximo”, Plutarco Elías Calles, que quizás había ayudado a Sandino al principio de su lucha). Atravesó, a veces clandestinamente, varios países de América Central, en donde fue recibido como héroe por estudiantes y campesinos. También en México tuvo un buen recibimiento, pero Portes Gil hizo todo lo posible para mantenerlo alejado del DF y negarle cualquier apoyo concreto, más allá de lo meramente discursivo. Más bien, quiso quedar bien con Dios y con el Diablo; y, sobre todo, usar a Sandino como as en la manga para las permanentes negociaciones que, como todos los presidentes mexicanos posrevolucionarios, estaba obligado a llevar a cabo con Estados Unidos. (Al respecto, es ilustrativo revisar —y leer entre líneas— las páginas pertinentes de la pomposa Autobiografía de la Revolución Mexicana, de Portes Gil.)
Aquí Sandino empezó a percibir las dificultades políticas, no sólo bélicas, que enfrentaba. Sin un apoyo real de la comunidad internacional, su lucha seguiría aislada, y en definitiva fracasaría, aunque los norteamericanos se fueran finalmente de Nicaragua. Muchos intelectuales, organizaciones obreras y estudiantiles, incluso de los Estados Unidos, lo apoyaban “moralmente”. Pero, sin el concurso real de las grandes masas y una unión efectiva, por lo menos entre las naciones de Centroamérica, era prácticamente imposible enfrentar al invasor en el terreno que más importaba, el económico.
Volvió a Nicaragua con grandes dificultades. El 15 de febrero de 1931, dio a conocer su célebre manifiesto “Luz y Verdad”.
Es habitual ver en este documento síntomas de “espiritualismo”, cuando no de un “misticismo” que rozaría el delirio. (Sandino era masón —como todos los liberales, incluyendo a Somoza, por cierto—, y es posible que en México haya retomado contactos con antiguos compañeros de logia.)
Dice, por ejemplo: “Impulsión divina es la que anima y protege a nuestro Ejército, desde su principio y así lo será hasta su fin. Ese mismo impulso pide en Justicia de que todos nuestros hermanos miembros de este Ejército, principien a conocer en su propia Luz y Verdad, de las leyes que rigen el Universo. (...) Todos vosotros presentís una fuerza superior a si mismos y a todas las otras fuerzas del Universo. Esa fuerza invisible tiene muchos nombres, pero nosotros lo hemos conocido con el nombre de Dios. (...) Lo que existió en el Universo, antes de las cosas que se pueden ver o tocar, fue el éter como sustancia única y primera de la Naturaleza (materia). Pero antes del éter, que todo lo llena en el Universo, existió una gran voluntad; es decir, un gran deseo de Ser lo que no era, y que nosotros lo hemos conocido con el nombre de Amor. Por lo explicado se deja ver que el principio de todas las cosas es el Amor: o sea Dios. También se le puede llamar Padre Creador del Universo. La única hija del Amor, es la Justicia Divina. La injusticia no tiene ninguna razón de existir en el Universo, y su nacimiento fue de la envidia y antagonismo de los hombres, antes de haber comprendido su espíritu. Pero la incomprensión de los hombres, solamente es un tránsito de la vida universal: y cuando la mayoría de la humanidad conozca de que vive por el Espíritu, se acabará para siempre la injusticia y solamente podrá reinar la Justicia Divina: única hija del Amor.”
Es tentador plantear la hipótesis de que, a medida que Sandino iba comprendiendo las auténticas dificultades de su lucha, y lo irrisorio de su objetivo, que de hecho se cumplió (los norteamericanos se fueron de Nicaragua, pero ¿qué dejaron detrás?), se fue volviendo más “místico”. ¿Se refugiaba en lo espiritual después de tantear los límites materiales de su proyecto? ¿Se preparaba para su sacrificio final, o al menos lo entreveía?
Es tentador plantear esto, pero es inútil, y probablemente sea erróneo.
Después de todo, el Manifiesto sigue así: “Muchas veces habréis oído hablar de un Juicio Final del mundo. Por Juicio Final del mundo se debe comprender la destrucción de la injusticia sobre la tierra y reinar el Espíritu de Luz y Verdad, o sea el Amor. También habréis oído decir que en este siglo veinte, o sea el Siglo de las Luces, es la época de que estaba profetizado el Juicio Final del Mundo. (...) El siglo en cuestión se compone de cien años y ya vamos corriendo sobre los primeros treinta y uno; lo que quiere decir que esa hecatombe anunciada deberá de quedar definida en estos últimos 69 años que faltan. No es cierto que San Vicente tenga que venir a tocar trompeta, ni es cierto de que la tierra vaya a estallar y que después se hundiría; no. Lo que ocurrirá es lo siguiente: que los pueblos oprimidos romperán las cadenas de la humillación, con que nos han querido tener postergados los imperialistas de la tierra. Las trompetas que se oirán van a ser los clarines de guerra, entonando los himnos de la libertad de los pueblos oprimidos contra de la injusticia de los opresores. La única que quedará hundida para siempre es la injusticia; y quedará el reino de la Perfección, el Amor; con su hija predilecta la Justicia Divina. Cábenos la honra hermanos: de que hemos sido en Nicaragua los escogidos por la Justicia Divina, a principiar el juicio de la injusticia sobre la tierra. No temáis, mis queridos hermanos; y estad seguros, muy seguros y bien seguros de que muy luego tendremos nuestro triunfo definitivo en Nicaragua, con lo que quedará prendida la mecha de la Explosión Proletaria contra los imperialistas de la tierra.”
Lenguaje de profeta, quizás, pero de un profeta que no espera a su mesías mirando el cielo sino la tierra.
En 1932, José María Sacasa, otro liberal, sucedió a Moncada en la presidencia de Nicaragua. Tironeado entre Sandino y Somoza, Sacasa —pusilánime o maquiavélico— insistió en que los norteamericanos se quedaran en el país (suprema defección); pero ellos no le hicieron caso y se fueron a fin de año. Al menos en esto, la causa sandinista había triunfado ampliamente.
Faltaba poco para la noche del 21 de febrero.

***

Sandino fue asesinado junto con sus generales Estrada y Umanzor. Poco antes, habían hecho lo mismo con su hermano Sócrates. Sólo pudo escapar Santos López, quien participó luego en la fundación del Frente Sandinista para la Liberación Nacional.
La Revolución Sandinista derrotaría al hijo menor de Somoza y llegaría al poder en 1979. Diez años después, el FSLN sería derrotado a su vez en elecciones libres, por una candidata derechista, Violeta Chamorro, apoyada por los Estados Unidos.
Hoy, 2007, el sandinismo ha vuelto al poder, pero de la mano de una dudosa coalición electoral, en la que se incluyó parte de sus anteriores enemigos. Algunos antiguos militantes (y funcionarios) sandinistas, como los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli, intentan renovar los viejos ideales, para que ésta no haya sido, como título Ernesto Cardenal el último tomo de su autobiografía, una “revolución perdida”.


Bibliografía

Belli, Gioconda, El país bajo mi piel. Memorias de amor y guerra, Barcelona, Plaza & Janés, 2001.
Fonseca, Carlos, La revolución sandinista, Buenos Aires, Nuestra Propuesta, 2004.
Millet, Richard Guardianes de la dinastía. Historia de la Guardia Nacional de Nicaragua creada por Estados Unidos y de la familia Somoza, Costa Rica, Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), 1979.
Portes Gil, Emilio, Autobiografía de la Revolución Mexicana, México, Instituto Mexicano de Cultura, 1964.
Ramírez, Sergio, Sandino, el muchacho de Niquinohomo, Buenos Aires, Cartago, 1986.
Sandino, Augusto César, Escritos y documentos (introducción de Sergio Ramírez), Buenos Aires, El Andariego, 2007.
Selser, Gregorio El pequeño ejército loco. Sandino y la Operación México-Nicaragua, 2 vols., Buenos Aires, Abril, 1984.
Selser, Gregorio, Los marines, Buenos Aires, Cuadernos de Crisis.
Selser, Gregorio, Sandino, general de hombres libres, 2 vols., Buenos Aires, Triángulo, 1959 (prólogo de Miguel Ángel Asturias).

Una bibliografía muy completa sobre Sandino, en http://www.sandino.org/bibl_es.htm.


(Escrito para la cátedra de Problemas de Literatura Latinoamericana, 
prof. Viñas, 2005)




lunes, 10 de octubre de 2011

Un Cardenal entre el Reino de los Cielos y la Revolución


Notas sobre Nicaragua, Ernesto Cardenal, la Teología de la Liberación y una “revolución perdida”




 Afán singular éste de un país pequeño, pobre y marginal, que asolado por montoneras, guerras civiles, ocupaciones militares y dictaduras, se vio lejos de conseguir la modernidad como sociedad, como la conseguiría en la literatura.
Sergio Ramírez


... en Nicaragua los poetas –quizá porque el único héroe nacional era un poeta: Rubén Darío– son figuras veneradas, célebres.
Gioconda Belli


Porque buscándote en vano
entre tus cortinajes de ensueño,
he terminado por llamarte
—Maestro, maestro—,

José Coronel Urtecho, “Oda a Rubén Darío”


“Pablo Antonio —me escribía—
hay órdenes contra mí
por el epigrama. Avísale a Adelita”
Pablo Antonio Cuadra





1
“Comunismo o reino de Dios en la tierra que es lo mismo”, dice Ernesto Cardenal en su Canto nacional. Es necesario tratar de entender el contexto, la “situación de discurso” (como dicen los lingüistas) que da a ese extraño enunciado sus condiciones de posibilidad.
A partir de aquí, se plantean una serie de interrogantes que tiene que ver con la obra del poeta-sacerdote nicaragüense.
¿Cuál es la función de la poesía en un contexto pre- y posrevolucionario? ¿Y de qué tipo de poesía? Canto nacional (más El estrecho dudoso, quizás) podrían considerarse el Canto general de Cardenal. El poeta como historiador épico, entre recogedor y dador de sentidos. “Siervo” (incluso, en sentido religioso, claro) de una causa que no sería sólo la poesía, pero que abarcaría la poesía.
Finalmente: ¿se pueden conciliar revolución y religión? La poesía de Cardenal, en su contexto más pertinente (la Revolución Cubana, los sesenta, la teología de la liberación, la Revolución Sandinista), intenta realizar esa síntesis utópica.

2
Nicaragua, “una gran familia”
Apellidos que se repiten: Chamorro, Cuadra, Bolaños, Coronel.
Ernesto Cardenal es pariente de Pablo Antonio Cuadra y José Coronel Urtecho, los poetas más importantes del grupo vanguardista que sucede a Darío (luego de un vago interregno “posmodernista” con poetas como Alfonso Cortés, el loco, y Salomón de la Selva). Pero esos vanguardistas eran católicos (serían hasta ultramontanos luego, especialmente Cuadra) y se llamaban a sí mismos Los Reaccionarios. Coronel llegó a ser funcionario de Somoza, en el Ministerio de Educación (Selser lo cita despectivamente en su Sandino) pero, luego de varias crisis psiquiátricas se recluye en su finca lindera a Costa Rica y desde allí apoya a los sandinistas. Cuadra (que alguna vez tuvo que ayudar a Cardenal a escaparse de la Guardia Nacional) no abandonó nunca su postura.
Gregorio Selser da una simpática lista de integrantes de la familia Chamorro en el gobierno de Nicaragua de la década de 1910: 

Diego M. Chamorro, presidente de Nicaragua; Rosendo Chamorro, ministro del Interior; Salvador Chamorro, presidente del Congreso; Gustavo A. Arguello (cuñado del presidente), ministro de Hacienda; Agustín Chamorro, consejero financiero; Miguel Vigil (yerno del presidente), secretario de la presidencia; Filadelfo Chamorro, comandante de la fortaleza principal de la capital; Leandro Chamorro, comandante del puerto de Corinto, el más importante del país; Carlos Chamorro, comandante militar de la zona del norte; Dionisio Chamorro, administrador de Aduanas; Octavio Chamorro, diputado; Clarence Berghein (yerno del presidente), cirujano militar; Agustín Bolaños Chamorro, cónsul de Nicaragua en Nueva Orleáns; Fernando Chamorro, cónsul en san Francisco; Pedro Joaquín Chamorro, cónsul en Londres; Carlos Chamorro de Bernard, cónsul en El Salvador; Emiliano Chamorro (el expresidente), ministro de Nicaragua en Washington; Octaviano César (cuñado del presidente), ministro de Nicaragua en Washington; y Diego M. Chamorro (h.), agregado a la Legación de Washington.

2
Los Salmos de Cardenal
Por supuesto, compararlos en principio con los salmos bíblicos, atribuidos a David. Ver la traducción de la Biblia Latinoamericana (cf. infra), cotejada con las tradicionales. Un sistema deliberado de sucesivas transformaciones y reinterpretaciones; Cardenal lo explica claramente en las Memorias.
Pero ¿y si son también una respuesta (inconsciente) al libro de Thomas Merton, guía espiritual de Cardenal en el monasterio de Getsemaní, en Kentucky, sobre los Salmos, Pan en el desierto, predominantemente espiritualista?
Volver sobre Thomas Merton; su influencia sobre los beatniks y sobre los hippies es conocida; menos, la que tuvo sobre América latina, sobre todo a través de EC (precisamente). Ver también Vida en el amor, de EC, prologado por Merton, libro muy espiritualista, muy influido aún por su maestro (y por los místicos españoles), en el que apenas se vislumbra al Cardenal clásico, aunque hace algunas referencias políticas, someras.

3
La Iglesia católica en la década del sesenta
Y antes. Porque necesita limpiar su imagen después de su deslucida (para decirlo suavemente) actuación en la Segunda Guerra Mundial. Hay diversas corrientes “renovadoras” que culminan en el papa Juan XXIII (curiosamente llamado por los mismos católicos “el Papa bueno”; no hay que ser Umberto Eco para captar el implícito).
Juan XXIII convoca al Concilio Vaticano II, que lleva adelante su sucesor, Pablo VI. 1963-1965. Sus documentos (Gustavo Gutiérrez releva las discusiones que llevaron al tibio resultado final, como solución de compromiso). La Populorum progressio y la vía libre para tratar abiertamente la “cuestión social”, el “socialismo”, la “revolución”, etc. Las reuniones de obispos latinoamericanos en Medellín y Puebla. La teología de la liberación y la “opción por los pobres”. Comienza el “diálogo” entre cristianos y marxistas. Los obispos “de izquierda”: Romero, Cámara, Angelelli. El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Camilo Torres, el “cura guerrillero”. En Argentina: la muerte de Mugica y de los padres palotinos.

4
La teología de la liberación (TL)
Surge entre otras vertientes, como la “teología política”, la “teología de la revolución” (así dice EC que debió llamarse), incluso la “teología de la violencia”, etc. Del “desarrollo” se pasa a la “liberación” (vía la teoría de la dependencia, brasileña, y la “filosofía de la liberación” del argentino exiliado en México Enrique Dussel).
Su principal codificador es el peruano Gustavo Gutiérrez (ver Teología de la liberación. Perspectivas, Salamanca, Sígueme, 1974). Sus principales divulgadores fueron los hermanos Boff, Leonardo y Clodovis (ver Después de 50 años, Buenos Aires, Lumen), en Brasil, el país más activo al respecto, sobre todo por el desarrollo de las Comunidades de Base, que más tarde confluirían en el PT de Lula (Frei Betto, por ejemplo). La TL aboga directamente por el socialismo latinoamericano y por una renovación de la Iglesia (ambos objetivos, notoriamente fracasados).
Ver tesis de Michael Lowy (un ateo culposo): el “cristianismo revolucionario” no fue una trampa cazabobos, una maquiavélica manipulación orquestada desde el Vaticano, pero...

5
La TL plantea un cambio epistemológico en la teología “ortodoxa”, aunque también propone que hay que volver a las fuentes bíblicas, mejor dicho evangélicas —época de “retornos a”: a Freud (Lacan), a Marx (Althusser)—, en tanto pretende ser una nueva hermenéutica, un nuevo sistema de interpretación. Desde un ángulo muy general, funcionaría como una matriz de transformación del discurso religioso en un discurso socio-político, revolucionario.
Una matriz, en este sentido, es como una formación discursiva, una especie de programa de computadora que se alimenta con datos (input) y da unos resultados discursivos (output) más o menos predeterminados y previsibles en función de ciertas reglas de producción. En todo caso, es muy productiva discursivamente.

6
Algunos ejemplos obvios: el Imperio Romano y sus colaboradores judíos se transforman en los Estados Unidos y sus vasallos locales (Somoza, etc.). El Hombre Nuevo de san Pablo será el hombre nuevo del Che Guevara (y de Fanon: “Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros, hay que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo”). El “pueblo elegido” (antes, los judíos, o los ingleses de Cromwell, o sus herederos, los norteamericanos) serán los pobres en general y los países del Tercer Mundo en particular: la “opción por los pobres”.
Dussel recuerda que Marx (que se preparó en Teología para suceder a Bruno Bauer en Jena, hasta que lo echaron) muchas veces utilizaba la palabra evangélica pauper para referirse al proletari(ad)o.

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Un ejemplo, más específico, sacado de Néstor Míguez (“Una mirada política”, Revista Alternativa):

 Justamente éste es el debate que produce la hermenéutica latinoamericana, con su mirada política. Menos sutil que Mateos Camacho, ‘un sacerdote español que está de visita’ en Solentiname se enreda en la discusión con E. Cardenal (El Evangelio en Solentiname). ‘Le está diciendo (Jesús a Pilato) que su reino no es político. Le dice: tranquilo, que yo no voy contra Roma. Mi predicación va por otro lado’. El contrapunto de Cardenal no se hace esperar: ‘Le está diciendo que su reino es político, pero no es con ejército. Hay que saber lo que quiere decir en San Juan la palabra ‘mundo’: quiere decir el pecado, el mundo de la injusticia, el orden establecido que ahora llamamos ‘sistema’. Poco antes de la cena, Jesús ha dicho a sus apóstoles que ellos ‘están en el mundo pero no son del mundo’: que era como decir que estaban en el sistema pero no eran del sistema. La prueba que Jesús da a Pilato, de que su reino no es de ‘este mundo’, es que sus seguidores no han peleado para que él no cayera preso; pero eso no es una prueba para mostrar que su reino no es de esta vida o no es político. Su reino era político pero de otro orden de política...’”

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En este contexto se explican aparentes anacronismos como: “los campos de concentración de Egipto” (Salmos, p. 57). En realidad, se trata de una actualización léxica, resultado inmediato de la reinterpretación hermenéutica.
También Gutiérrez codifica el sistema: refiriéndose a ese momento clave del Antiguo Testamento, el Éxodo (un tópico esencial para esta corriente hermenéutica), habla de “opresores y oprimidos”, “alienación”, etc.
Hay (cierto, como en toda hermenéutica) una elección del régimen de lectura de lo recto y lo figurado (el camello y la aguja, los que se salvan, el pecado social, el infierno y el paraíso, la mujer “impura”, Dios y César, etc.). (Recordar Derrida: no hay lenguaje recto y lenguaje figurado, en sí; son regímenes de lectura.)

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Pero debería haber, según Míguez, “una nueva identificación del sujeto hermenéutico”, no sólo del objeto. No se trata sólo de reinterpretar ciertos pasajes bíblicos de determinada manera, sino de quién los va a interpretar y en función de qué (política). De ahí la importancia de los grupos de estudios bíblicos, pero ligados a las comunidades de base (sobre las cuales se va a desatar, obviamente, la represión; cf. Solentiname).
Justamente, en El Evangelio en Solentiname, es muy importante la “situación de enunciación de cada lectura. Casi siempre, el capítulo está precedido por una breve introducción del tipo: “Estamos en un rancho de reunión, frente a un lago muy tranquilo y muy azul. Hemos tenido un almuerzo de arroz y frijoles y pescado. Los pescados fueron traídos por Tomás peña y doña Tomasa los coció al vapor envueltos en hojas”, “En el rancho. Hemos comido arroz, frijoles, pescado y aguacate. Cocinaron Teresita y Doña Justa. Juan, que tiene cuatro años, juega pateando una gran bola en medio de nosotros, mientras conversamos”.
En las Memorias (vol. 2), EC explica que se trata de una teología hecha directamente por el pueblo, no por teólogos. Esto sería lo verdaderamente novedoso, más allá de los contenidos interpretativos a los que se llegue (aunque éstos deberían ser, forzosamente, revolucionarios...).

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Inculturación
Ver el debate sobre la noción de “inculturación”: implantación del cristianismo en las diferentes culturas y hasta qué punto debe respetarlas y adaptarse a ellas (ejemplo: el tema de la hostia, cómo debería ser en realidad, cómo es en Solentiname).
Un punto particularmente álgido, que no trata tanto Gutiérrez sino Boff. Para éste, en América latina, es necesaria una “nueva evangelización” (el concepto es de Juan Pablo II pero Boff, con la excusa de profundizarlo, se lo echa en cara al propio papa) que revierta las funestas consecuencias de la primera “evangelización”, que en realidad fue un genocidio.
(Fanon: “La Iglesia en las colonias es una Iglesia de blancos, una Iglesia de extranjeros. No llama al hombre colonizado al camino de Dios sino al camino del Blanco, del amo, del opresor. Y, como se sabe, en esta historia son muchos los llamados y pocos los elegidos”).

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Juan Pablo II
Ya que fue mencionado. “El papa de la CIA.” Recordar que lo eligieron polaco como representante del cristianismo oprimido por los comunistas (Lech Walesa, los obreros de Danzig, el sindicato Solidaridad en Polonia) y que empezó con un discurso supuestamente “progresista” para derivar más convincentemente hacia la peor reacción. Podría decirse que su “misión” y su mayor logro fue derrotar al comunismo. Huelga decir que éste no fue remplazado por un sistema más cristiano o más compasivo. (Ver las cifras de la ONU sobre la ex-URSS, que da Petras en Movimientos sociales y poder estatal, por ejemplo.)
Reitero: Leonardo Boff, en 1990, todavía, desafiantemente, emplea la expresión “nueva evangelización” de Juan Pablo II, como para “tomarle la palabra” y llevar esa propuesta a sus consecuencias lógicas. Ya sabemos lo que pasó: Juan Pablo II siguió siendo papa, cada vez más reaccionario si esto es posible, dominado por el verdadero poder vaticano, que era sobre todo el cardenal Ratzinger (actual papa); y, por su parte, Leonardo Boff, luego de sucesivos silenciamientos y castigos, dejó la Iglesia. Apoyó a Lula, por supuesto, aunque ahora se ha vuelto más crítico. Y ha escrito libros de autoayuda espiritual a la manera de Paulo Coelho, con notable éxito.

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En la actualidad, la TL está casi desaparecida, por lo menos en el ambiente católico. Sobrevive, sin notoriedad, en el ámbito protestante (por ejemplo, el ISEDET, en Buenos Aires, donde trabajaba José Severino Croatto, uno de los principales exegetas bíblicos de esa tendencia). En realidad, la TL se ha diversificado en diversas corrientes contestatarias; entre ellas, la más notoria, es la teología feminista.
Sin embargo, no olvidar su supervivencia en el activismo social, sobre todo en Brasil, donde recientemente el sacerdote español Pedro Casaldáliga ha sido condenado a muerte por los terratenientes, dado su persistente apoyo a los Sin-Tierra (que también tienen relaciones conflictivas con Lula y el PT).

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El comunismo como forma de vida entre los cristianos primitivos.
Esto coincidiría con ciertos aspectos (controvertidos) de la historia de América precolombina. Ya José CarlosMariátegui había afirmado el socialismo primitivo de los incas como una base cultural y económica para el futuro socialismo peruano. Cardenal lo extiende (de manera un tanto idealista) a todos los indígenas americanos.
Pero: “La historia del cristianismo primitivo tiene notables puntos de semejanza con el movimiento moderno de la clase obrera” (Federico Engels, “Sobre la historia del cristianismo primitivo”, en Marx y Engels, Sobre la religión, Buenos Aires, 1959, p. 272; cit. por Roberto Fernández Retamar en “Caliban quinientos años más tarde”).
En relación con esto, investigar el tema de la ecología entre los indígenas de América. Muy presente en Homenaje a los indios americanos, de EC (que incluye a los indígenas norteamericanos, gracias a la influencia de Merton); ver el libro de Leonardo Boff, Ecología, grito de la Tierra, grito de los pobres. Hay acá también un cierto elogio del primitivismo, del “contacto con la naturaleza”, que puede arriesgarse a padecer de ciertas mistificaciones.

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La Biblia Latinoamericana
Publicada a principios de la década del setenta, en el nuevo clima intelectual y político, los sectores más conservadores de la Iglesia no tardaron en denominarla “la Biblia comunista”.
En todo caso, es la primera Biblia que, por ejemplo, utiliza el sistema verbal y pronominal de América latina (“ustedes”); transformación lingüística que, en este contexto, ya es una opción ideológica. La traducción en sí, pero sobre todo los textos introductorios y los comentarios de cada libro bíblico pretenden reflejar las nuevas interpretaciones, aunque desde la actualidad parecen sumamente moderados. (Incluso es notorio el conservador sistema de géneros.)


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La editorial Carlos Lohlé
Ver la autobiografía del editor holando-argentino Carlos Lohlé, Presencias y experiencias. Hábilmente, apoya las corrientes de renovación dentro de la Iglesia católica, sobre todo las que vienen de Europa y se van “radicalizando” aquí: desde el francés Jacques Maritain al uruguayo Juan Luis Segundo.
(Dos de los hijos de Carlos Lohlé, Francisco y Juan Pablo, son dirigentes peronistas que se formaron en los sectores del cristianismo revolucionario de los setenta, cercano al montonerismo. Ahora están con Kirchner, previsiblemente. Francisco es yerno de Antonio Cafiero y fungió como agregado cultural en Chile cuando éste fue embajador durante el gobierno de Menem; Juan Pablo es embajador actual en Brasil.)
Carlos Lohlé fue el primer y principal editor en español de EC, pero éste no lo trata muy bien en sus Memorias.

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Los partidos demócrata-cristianos
Se forman en la Europa de posguerra a partir de que los católicos son “autorizados” e incluso “alentados” a participar en política, como resultado de una aparente renovación eclesial (en realidad, es para oponerse a los partidos comunistas y clasistas en general).
Tienen un triste final, especialmente en Europa: el italiano (eterno contrapeso del poderoso PC “eurocomunista”, fue principal afectado por el escándalo de mani pulite y tangentopoli); el alemán (su hiperbólico canciller, Helmut Kohl, fue acusado de recibir financiamiento espurio, no declarado; su discípula, Angela Merkel, canciller actual, es más decididamente liberal que su maestro, si cabe tal cosa).
En América latina: Chile (una parte apoyó a Allende; otra, los “momiocristianos”, no); Argentina (oscilantes frente al peronismo: en su origen vivieron angustiosamente la disputa de Perón con la Iglesia; después, fueron aliados, especialmente por su franja izquierda: Conte, Auyero, que derivó al Frente Grande).

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El exteriorismo
EC define así su “estética oficial”: “Es una palabra creada en Nicaragua para designar el tipo de poesía que nosotros preferimos. El exteriorismo no es un ismo ni una escuela literaria. Es tan antiguo como Homero y la poesía bíblica (en realidad es lo que ha constituido la gran poesía de todos los tiempos).
El exteriorismo es la poesía creada con las imágenes del mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos, y que es, por lo general, el mundo específico de la poesía. El exteriorismo es la poesía objetiva: narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos y datos exactos y cifras y hechos y dichos. En fin, es la poesía impura. Poesía que para algunos está más cerca de la prosa que de la poesía, y equivocadamente la han llamado ‘prosaísta’, debido a que su temática es tan amplia como la de la prosa (y debido también a que por decadencia de la poesía en los últimos siglos la épica se escribía en prosa y no en verso).
Exteriorismo es cuando el poeta nos habla de un tractor Caterpillar D4; o de la caoba llevada por el lago y el río con un remolcador llamado Fálcon; o de un viejo motor de aeroplano encontrado por los campesinos en las montañas de las Segovias y que una vez el guerrillero había derribado…” (Presentación a su antología Poesía nueva de Nicaragua, Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1974, pp. 9-11).
Por su parte, Sergio Ramírez da la siguiente definición: “La poesía de imágenes descriptivas, de tono conversacional, que toma en cuenta lo que el mundo exterior es capaz de ofrecer en sensaciones y percepciones singulares, y que Cardenal hará propia hasta devenir en su marca personal, todo eso que se ha llamado el exteriorismo, viene mucho de la poesía norteamericana, pero ya estaba en la Epístola de Darío dedicada a Juana Lugones, esposa de Leopoldo Lugones, todo un largo reportaje escrito en alejandrinos pareados, con notas de pie también en alejandrinos. Cardenal iría aún más allá, hasta incorporar la poesía que encuentra en los áridos documentos de los archivos de Indias acerca de la conquista y colonización de Nicaragua en El estrecho dudoso” (“Corona de lauros”).
No deja de haber una serie de curiosidades. Sobre todo, que se trate de una estética tan opuesta a la del poeta oficial del país, aunque Ramírez se empeñe en encontrarle un antecedente en la poesía del gran bardo... (en ¿Te dio miedo la sangre?, la novela de Sergio Ramírez, un personaje se llama “Bardo Rubén Darío”). También, la influencia norteamericana es paradójica.
Pero hay una clave importante en la pulsión épica de este tipo de poesía, que se podría relacionar con la operación homóloga de Brecht en el teatro. Una poesía narrativa, objetivista, permitiría una actitud “realista” frente al mundo y frente a la historia, alejada del velo ideológico que la lírica “pura” (romántica, simbolista o surrealista) arriesga a tender en su proceso.
También entronca con una gran tradición de la poesía latinoamericana de lo popular, lo cotidiano, lo prosaico: Guillén, lo “elemental” en Neruda, los antipoemas de Parra.

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Marcas
La función de las marcas comerciales en EC.
Dice Fredric Jameson sobre el mismo tema en Raymond Chandler: 

 Los libros de Chandler pertenecen (...) a una era de productos estables, en la cual el sentimiento de energía creativa ya no se encarna en el producto: éstos simplemente están allí, en el fondo industrial permanente que ha llegado a parecerse a la naturaleza misma. Aquí, la tarea del autor consiste en hacer el inventario de estos objetos, en demostrar, gracias a la exhaustividad del catálogo, la eficacia de su manejo del mundo de las máquinas y los productos industriales; y es en ese sentido que funcionan las descripciones de muebles o de vestimentas femeninas en Chandler: como una nominación, una marca de experiencia y saber práctico. Y en los límites de esta clase de lenguaje, el nombre de las marcas mismas. (...) La percepción de los productos con los que está equipado el mundo que nos rodea precede y da forma a la percepción de las cosas-en-sí-mismas. En un principio, utilizamos los objetos, y sólo con el tiempo aprendemos a apartarnos de ellos para contemplarlos con desinterés, y es de esta manera que la naturaleza comercial de nuestro entorno influye y da forma a la producción de las imágenes literarias, marcándolas con un determinado carácter de época” (“Sobre Raymond Chandler”, en Daniel Link, comp., El juego de los cautos).

En EC, sin embargo, el inventario de las marcas no funciona sólo como mostración de un fondo de experiencia común y de la eficacia de su manejo compartido (aunque también es eso). Las marcas marcan (o deberían marcar, y en realidad desdibujan) el límite entre poesía y prosa.
Y también hay una connotación demonizadora de la “sociedad de consumo”, ese “carácter de época” que menciona Jameson. Los productos comerciales invaden todo, también la poesía. ¿Qué hará la revolución con ellos?

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Un ejemplo: el avión.
Muy importante como tema y como “lugar” de enunciación.
Como tema: señal (marca) del progreso, de una modernidad contradictoria en un país subdesarrollado, en el que la tecnología puede coexistir con la naturaleza en estado casi salvaje y con el subdesarrollo económico. (Acá el avión se ve “desde abajo”, con extrañamiento y rechazo, como en Homenaje a los indios americanos).
Otras veces el “yo poético” de Cardenal está situado en un avión (“Meditación en un DC10”) y ve desde arriba. Claro, Nicaragua (Centroamérica, el Caribe) es una región que se puede observar mejor desde el aire, como abarcándola en una mirada más totalizadora, idealistamente unificadora.
(Y también esto podemos relacionarlo con los bombardeos norteamericanos en la época de la guerrilla de Sandino. Virilio, en Logistique du la perception, señala cómo la aviación remplazó a la caballería en su función de “reconocimiento del terreno”. Pues bien: en la selva, territorio propio de la guerrilla, es muy difícil acceder por tierra a los puntos claves, y entonces aparecieron los bombardeos indiscriminados.)

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La historia
Pero el Estrecho era de tierra,
no era de agua.

En ese extraordinario poema titulado El estrecho dudoso, compendio y reinvención de las crónicas del descubrimiento —o por “descubrir lo no sabido”..., Ernesto Cardenal ofrece una visión particularmente lúcida e intensa del cronista Bernal Díaz. Pero, sobre todo, de su escritura y su poética. Como señala José Coronel Urtecho, la poética de Cardenal propone unos “versos estrictamente funcionales, visuales, ‘proyectivos’... Versos ajustados, en suma, a ‘las facilidades de la máquina de escribir’, pero igualmente a esas ‘cartas, cédulas, actas y narraciones’ redactadas por los cronistas, manuscritas, que no formarían parte de un corpus literario, pero que reconstruyen la historia de ‘lo no sabido’, y son el relato de lo utópico —el ‘Estrecho Dudoso’–, si bien cortada, distribuida o si se quiere dosificada la comunicación con un ritmo correspondiente a las intensidades combinadas de la atención, la excitación emocional y la respiración, y con la rápida técnica alucinante de una película documental, que es, a mi juicio, la técnica apropiada para una nueva épica... Hablamos, así, de poéticas. Pero de unas poéticas que surgen no de teorizaciones académicas, sino de la práctica de la escritura y de la reflexión de los poetas. La poética de Cardenal y, en el trasfondo, la poética de Bernal Díaz: cortada, distribuida, dosificada, ritmada —cuya atención y emoción descansan, efectivamente, en una respiración y una técnica de ‘montaje’ documental comparable a la del cine (Enrique Flores, “El silencio de la conquista. Poéticas de Bernal Díaz”, en Revista de Critica Literaria Latinoamericana, Año XXIX, Nº 57. Lima-Hanóver, pp. 143-150 (http://www.dartmouth.edu/~rcll/rcll57/57pdf/57flores.pdf).

Nicaragua, como toda América latina, aparece como una fantasía, una utopía forjada por la ambición de los conquistadores, una fábrica de leyendas. De ahí la paradoja (aparente) de que la crónica sea mentira y que se escriba para falsear la verdad. En el largo poema de EC, Bernal Díaz escribe para restituir imposiblemente la verdad, y EC lo “sobreescribe” con la misma intención (“desmentir a la AP y la UP”, dice en Canto nacional).

De quinientos cincuenta que pasaron con Cortés

no quedan vivos más que cinco en toda la Nueva España.
(...)
Ahora sólo cinco están vivos, muy viejos y enfermos,
y lo peor de todo, muy pobres, cargados de hijos,
y con hijas por casar, y nietos, y poca renta,
sin dinero para ir a Castilla a reclamar.
Y ninguno de sus nombres los escribió Gomara,
ni el doctor Illescas, ni los otros cronistas.
Sólo del Marqués Cortés hablan los libros.
Él fue el único que descubrió y conquistó todo
y todos los demás capitanes no cuentan para nada.
(...)
El viejo ha vuelto a leer otra vez esas crónicas
y ve que no cuentan nada de lo que pasó en Nueva España.
Están llenas de mentiras. Ensalzan a unos capitanes
y rebajan a otros. Dicen que estuvieron en las conquistas
los que no estuvieron en ellas. Entonces coge la pluma
y empieza otra vez a escribir, sin elegancia,
sin policía, sin razones hermoseadas ni retórica,
(...)
Porque el agraciado componer es decir la verdad.
Aunque tal vez no haga sino gastar papel y tinta...
(...)
Pero escribe también para sus hijos y sus nietos,
para que sepan que él vino a conquistar estas tierras.
Su historia si se imprime verán que es verdadera.
¡Y ahora que lo escribe se le representa todo
delante de los ojos como si fuera ayer que pasó!
Irá escribiendo con su pluma, despacio, despacio,
corrigiendo los errores con cuidado, como el piloto
que va descubriendo las costas, echando la sonda...

El Estrecho es símbolo de un lugar fantástico que no existe, pero a la vez puede ser construido. Y marca el destino de Nicaragua, su “posición estratégica”, o geopolítica. Que estalla a partir de 1848, cuando se descubre oro en California, y termina recién en la década del 1940, con Roosevelt.
Aquí hay otra matriz de transformación (como dije de la teología de la liberación): esta vez, desde las crónicas. Con sus anacronismos (“mover influencias”, “primer dictador”, etc.).

Cardenal nos invita, como lectores, a entrar en un diálogo con la historia reinterpretada. Los poemas cardenalianos se convierten en palimpsestos en los que debemos buscar en la escritura otras escrituras que permitan recuperar y re-construir la historia nueva que nos es tan necesaria. Cardenal busca que volvamos la mirada al ‘otro’ que ha sido relegado en el discurso poderoso, ‘[e]l pueblo de los pobres (mestizos, zambos, indios, negros) [que] mira todo el proceso desde afuera’ (Dussel 215) y que desde esta mirada nos enfrentemos con el mundo que nos rodea (Juan Carlos Martínez Hofmann, “Ernesto Cardenal y el uso de la historia en su poesía”, en http://www.lajiribilla.cu/2003/n133_11/133_05.html).


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Fronteras, exilios
Cierto: todas las fronteras son convenciones, ficciones, pero en América Central parece que fueran particularmente porosas.
En la década del treinta, Sandino se esconde en la selva lindera con Honduras, al norte; según las necesidades de la lucha, traspasa la frontera más o menos libre e inadvertidamente. Esto motiva que el gobierno títere de Nicaragua obligue a Honduras a hacer reclamos formales. Cincuenta años después, desde la misma Honduras iba a operar la Contra, apoyada por la CIA, para desestabilizar al régimen sandinista a través de esa frontera casi virtual.
La finca de Coronel Urtecho estaba prácticamente en territorio de Costa Rica, al sur. Por ahí iban a salir y a entrar, clandestinamente claro, los combatientes sandinistas (muchas veces, guiados por Cardenal). Incluso, una vez entra Cortázar; peligrosamente, porque su altura y su fama no dejan de llamar la atención (ver Memorias, tomo II).
Fronteras: exilios. Los sandinistas, en Costa Rica (Sergio Ramírez). Pero, en general, muchos intelectuales y combatientes de América Central y el Caribe fueron pasando, desde siempre, de un país a otro según los vaivenes políticos de sus respectivos países, desde dictaduras a dictablandas, o a democracias liberales, cuando las había. En su mayoría, terminaban en México, incluso en la época de Porfirio (ver el itinerario de Pedro Henríquez Ureña con sus padres y hermanos, desde la República Dominicana natal; cf. Memorias - Diario).
En las novelas de Sergio Ramírez (sobre todo, ¿Te dio miedo la sangre?), aparte de los saltos temporales, hay permanentes “saltos espaciales”; nunca se sabe bien dónde están los protagonistas, si en Nicaragua, en El Salvador, en Honduras. Imaginariamente, se trata de un solo territorio: el de la nostalgia y la conspiración; el de la rebelión o la resignación; allí donde se preparan el triunfo o la derrota final.


Bibliografía consultada

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